Fotografía: Jaime Amigo Villamediana
(TODO SUEÑO SE CUMPLE SI LO ANSIAS DE VERDAD)
Una jornada del mes de Marzo, me disponía a buscar un refugio. Algún sitio donde reposar mi cuerpo y dejar evadir mi mente de tanta saturación de información innecesaria. Un miércoles normal para el resto del mundo pero para mí, miércoles de ceniza.
Aún están los rescoldos de un martes de carnaval luchando con doña cuaresma por sobrevivir más tiempo. Como iba diciendo, era un miércoles frío. En la ciudad hay varios lugares donde recibir la ceniza como marca la tradición, parroquias, conventos, sedes de las Cofradías o Hermandades tienen a su titular a culto. Todas ellas con un fin en común. Un día santo en el que cada cristiano debe hacer oración y ayuno, donde se marca un periodo de reflexión y arrepentimiento que dura hasta Semana Santa.
Había estado visitando por la mañana a unos hermanos franciscanos y tras haberle pedido a mi compañero de viaje unas peticiones un poco complicadas me dispuse a continuar viaje.
Desde pequeño, siempre quise estar en contacto con las imágenes de Víctor de los Ríos. Tuve la oportunidad de ir a la Sede donde los Pasos de Santa Marta están recogidos tan majestuosamente y alineados que cuentan una historia. Casa de Betania, Lavatorio, Unción de Betania y cómo no, la obra magistral de la ciudad de León desde hace setenta y cinco años.
La Cena, con sus trece figuras. Tamaño superior al natural. Su composición, su estética, sus ropajes hebreos y su puesta en escena, hacen magistral esta obra. Sin palabras para describir este momento donde miradas de complicidad, hablan por sí solas. Es estar delante de un auténtico Altar donde sobra todo.
Hacía frío fuera y el cansancio se apoderó de mi. Me senté en un lateral sin desprender mis ojos de tal escena. sentimiento indescriptible que solo sentimos los que conectamos con el momento.
Estando en un banco lateral, alguien se me acercó y me susurró al oído.
- Ve, acomódate junto a ellos. Seguro que te acogerán sin problema. No temas. Siempre hay lugar para uno más.
- Si pero , la gente que está siguiendo la celebración de la Eucaristía, no me dirá nada?
- No. (Me contestó rotundamente ese hombre misterioso de mediana edad y que tenía un aire de señorito). Si te soy sincero, vengo desde hace mucho tiempo a visitarla, donde busco respuestas a mis preguntas.
- Yo no soy el indicado para hacerle comprender este significado y el cómo se realizó tal encargo de la escena. Yo solo crecí viendo obras del escultor en cada rincón de la Península. Visitando estos lugares donde albergan estas imágenes tan reales, que hablan por sí solas.
Me acerqué a la mesa donde aún faltaban esas viandas de la cena judía donde su maestro les reunía para celebrar la Pascua. ser uno más me parecía tan especial e intrigante a la vez que se oían murmullos de agitamiento en el cenáculo.
¡Qué ocurre aquí, no era lo acordado... El Maestro está nervioso. Lleva todo el día diciéndonos que estemos unidos, que estemos alerta por los acontecimientos que van a ocurrir...
JESÚS: He deseado con gran anhelo compartir esta cena con vosotros, y por cierto será mi última reunión con vosotros. Hoy se cumple la escritura de que uno de vosotros me entregará.
JUAN: ¿quién es?
Judas se levanta abrupto toma de su pan. (La sala está en penumbra. Solo el parpadeo de las lámparas de aceite ilumina los rostros tensos de los discípulos. Jesús ha hablado de traición, y un silencio pesado llena el ambiente. Judas evita la mirada del Maestro, pero sabe que sus palabras van dirigidas a él.)
JUDAS: Maestro… ¿por qué dices que alguien te entregará? Ninguno de nosotros haría tal cosa.
JESÚS: ¿De verdad, Judas? ¿Acaso tu corazón no tiembla con mis palabras?
JUDAS: No sé de qué hablas.
JESÚS: Tú lo sabes. Has tomado ya la decisión en tu corazón. El dinero arde en tus manos, pero tu alma está helada.
JUDAS: ¡No es cierto!
JESÚS: Uno de los que comen conmigo me traicionará. El que moja el pan conmigo en el plato.
(Judas siente que el aire se le corta. Su mano, que apenas ha tomado el pan, tiembla. Quiere sostener la mentira, pero la mirada de Jesús lo atraviesa.)
JUDAS: ¿Soy yo, Maestro?
JESÚS: Tú lo has dicho.
(Un instante eterno se desliza entre ellos. Judas siente que su máscara cae, que su traición está desnuda ante los ojos de Cristo. Pero no hay ira en su voz, solo tristeza.)
JUDAS: Si sabes lo que he de hacer… ¿por qué no me detienes?
JESÚS: Porque el amor no impone, solo espera.
(Judas aprieta los puños. Su destino ya está escrito, y sabe que no hay vuelta atrás.)
JESÚS: Lo que has de hacer, hazlo pronto.
JESÚS: Judas... ¿Por qué tu corazón está inquieto esta noche?
JUDAS: Maestro, no entiendo lo que dices. Estoy aquí como todos los demás.
Judas se levanta lentamente y sale del aposento. La puerta se cierra. Afuera, la noche es más oscura que nunca.
La Cena está servida
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el mes inicial, el primero de los meses del año. Decid, a toda la comunidad de Israel:
"El diez de este mes, conseguiréis cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tened en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.
Elegid un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberéis guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel.
Después tomaréis un poco de su sangre, y marcaréis con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comeréis la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.
Deberéis comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comeréis rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche, yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre os servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén.
Al verla, Yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando Yo castigue al país de Egipto.
Este será para vosotros, un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebraréis a lo largo de las generaciones como una institución perpetua."»
Un gran silencio se apoderó de la sala. Miradas entre los apóstoles. Estos no entendían como uno de los doce se marchaba del cenáculo sin acabar de cenar. Les había abandonado.
Yo, viendo esa escena recordé la lectura del Exodo. Lo que leemos en las lecturas del Jueves Santo. Me fijé en las hierbas amargas, pan sin fermentar, menorahs, vino y pasta hecha a base de manzanas, nueces y miel llamada "jaroset" y el cordero pascual. donde Cristo se inmolaba como cordero llevado al matadero.
Todo encajaba como unas piezas del rompecabezas. El cenáculo creado por el escultor Víctor de los Ríos, tiene todo su rigor histórico. Qué bien documentado está todo. Ahora entiendo esos movimientos tan retorcidos y exagerados de los apóstoles, en esos tricliniums.
Y ver esta escena en primera persona encoge más aún el corazón.
Giré mi cabeza y vi a la gente que estaba esa tarde noche en la Eucaristía.
Yo me sentía como un ente de aire del que nadie me veía pero estaba ahí.
Me dirigí a preguntarle al hombre que me susurró al oído, que estaba ocurriendo y el porqué la gente no me veía.
- Has conectado con la escena. Es justo lo que ocurre cuando te quedas mirando fijamente a las personas que rodean la mesa. Esos apóstoles tienen alma. Están escogidos desde los que posaron para realizarse. Gente de la época, personalidades de la cultura y política. Todo un acontecimiento.
-Usted, ¿vivió esos momentos?. Me dijo hace un rato, que venía aquí cada día para encontrar respuestas.
-Mira Pedro, un día vine y me quedé dormido mirando a mi gente. En ese sueño me encontraba en mi taller de Madrid, con unas maderas...
Madera: —¿Por qué me golpeas con tanta insistencia?
Escultor: —No te golpeo, te libero. Dentro de ti hay una forma esperando nacer.
Madera: —Pero yo ya soy algo… Un trozo fuerte, firme, con años de historia en mis vetas.
Escultor: —Precisamente por eso. Dentro de ti hay algo aún más hermoso.
Madera: —¿Y si prefiero quedarme así?
Escultor: —Si te quedas así, solo serás un pedazo de madera. Si confías en mí, te convertirás en arte.
Madera: —¿Y si duele demasiado?
Escultor: —Toda transformación duele. Pero cuando termines, serás admirada, tocada con ternura, apreciada por generaciones.
Victor observó la tabla de madera con ojos llenos de ideas. Era un simple rectángulo, áspero y sin forma, pero en su mente ya veía la figura oculta dentro de la madera, esperando ser liberada.
Tomó sus herramientas con la precisión de quien conoce su oficio. Primero, el cincel y el mazo comenzaron a arrancar lo innecesario, dejando al descubierto las primeras líneas de su visión. Cada golpe resonaba en el taller como un diálogo entre el hombre y el material, una conversación silenciosa donde la madera respondía con astillas y virutas que caían al suelo como restos de una antigua identidad que estaba desapareciendo.
Las horas pasaron y la tabla dejó de ser solo madera. Sus bordes rectos se curvaron, su superficie lisa adquirió textura, y poco a poco, la figura emergió. Era un rostro, sereno y contemplativo, con surcos finos que narraban una historia sin palabras.
Cuando el escultor dio el último toque con la lija y pasó la mano sobre su obra, sonrió. La madera había cedido a su voluntad, pero al mismo tiempo, lo había guiado. Porque en cada veta y cada nudo, la tabla tenía su propia voz, y él solo había ayudado a que hablara.
¿Qué escondes dentro de ti?
Madera: (cruje levemente) Nada que no puedas descubrir con paciencia.
Escultor: Te veo fuerte, con vetas rebeldes. Será difícil trabajar contigo.
Madera: ¿Acaso crees que solo tú tienes voluntad? Yo también fui árbol, resistí vientos y lluvias. No me doblego fácilmente.
Escultor: No quiero doblegarte, quiero entenderte.
Madera: Entonces escucha mis líneas, mis nudos, mis imperfecciones. Si luchas contra mí, solo conseguirás astillas.
Escultor: (sonríe) De acuerdo, haré lo que dices. Juntos daremos forma a lo que aún no existe.
Madera: ¿Por qué me miras así?
Escultor: Porque sé que dentro de ti hay algo esperando nacer.
Madera: ¿Y qué te hace pensar que quiero cambiar?
Escultor: No es un cambio, es una revelación. No te transformaré en algo que no eres, solo te ayudaré a mostrar lo que llevas dentro.
Madera: ¿Y si no quiero? ¿Si prefiero quedarme así, con mis nudos, mis grietas y mi historia intacta?
Escultor: No borraré tu historia, la haré visible. Cada veta contará un tiempo que viviste, cada curva hablará de lo que fuiste. No es un fin, es otra forma de ser.
Madera: (suspira con un crujido) Está bien… pero prométeme que escucharás. No soy solo materia; tengo voz, tengo memoria.
Escultor: Lo prometo. No te esculpiré a mi voluntad, sino a la tuya.
La madera respondía con astillas y virutas que caían al suelo como restos de una antigua identidad que estaba desapareciendo.
Había tallado a Jesús de Nazareth dentro de un entorno de traición. Justo lo que nadie había tallado anteriormente. Hay que destacar e innovar. Eucaristías hay muchas, pero traiciones hacia alguien a quien amas, eso duele. Y, mucho.
Quería algo para León, algo que jamás se lo hubieran esperado. Algo novedoso y que creara comentarios, habladurías... Años más tarde haría otra similar pero clásica y compacta.
Te extrañará pero yo soy Victor de los Ríos, y mi espíritu está cerca de mis obras. Por eso desde que me fui de este mundo, me quedé aquí en la Cena, la que enamora, la que recrea,...la que este año cumple setenta y cinco años.
- Don Víctor, me quedo sin palabras....
(En ese momento sentí un flash y sacudida de hombro).
- Barrientos... que te que quedaste dormido y están a punto de presentar el cartel de este año. Si es que no hay quien te deje solo. (me dijo Carlos Couso).
- Lo que os tengo que contar a Paula y a ti.
Al salir del lugar, había un hombre aún sentado en un lateral.
Me mira y me dice en bajito: “siempre que quieras acercarte a este lugar, busca en tu interior y me tendrás. Hasta la próxima amigo Pedro.
Pedro Jesús Mora Barrientos