(Recuerdos de un ayer)
Pepe Muñiz
Mis recuerdos me llevan al lejano 1950 cuando Don Evaristo Máximo Gómez Barthe me hizo papón de la Hermandad Sacramental de Santa Marta y de la Sagrada Cena, año de la inauguración del grandioso paso de la Santa Cena, obra del escultor Víctor de los Ríos. El paso fue expuesto por primera vez al público en hall de entrada de aquel bello Instituto General Técnico de la calle Ramón y Cajal de 1917, demolido en la década de los años 1960. Una de las mayores barbaridades cometidas por las autoridades competentes de la época contra el patrimonio artístico de nuestra ciudad, que no es para olvidar. En fin. Pero ¡Cómo pasan los años! ¡Los años vuelan! Y siempre llega la Semana Santa leonesa, semana de los silencios, de los fervores, de los salmos, de los faroles, de las túnicas, de las imágenes, del drama del Calvario, de la Muerte y la Resurrección, de los sermones, de la liberación de presos, de las chapas, de las manolas, de las velas, de la limonada, de los tambores, de la Santa Cena, romance todo de angustia y tradición.
Llega el Jueves Santo y con las primeras sombras irrumpe la procesión de la Cena, un paso espectacular, el más grandioso de sus cofradías. Tiene León cofradías del siglo XVI, las tiene del siglo XVII, pero esta es más joven de las cuatro más antiguas, agremia a los hosteleros y amigos, bajo la advocación de la Santa hospedera de Betania: Marta, hermana de Lázaro. La Hermandad nació en 1945, casi una niña. Las túnicas son de un blanco crema; rojos de color sangre los capirotes y el fajín; llameantes los cirios. Ha partido a las nueve y ha regresado a las once, ambas horas de la noche.
La Santa Cena, avanza por las calles, dos toneladas de peso, 18 metros cuadrados tiene la carroza, donde trece figuras se agigantan. Labró el artista 22 metros cúbicos de roble vivo, policromado, en dos años de trabajo. ¡Que tino histórico! ¡Qué estética!. El genio está, en la composición, la maestría, en el retrato. ¿Y la situación y el gesto de, uno por uno de los personajes de aquella hora universal? Sus movimientos, expresión y relaciones. Judas inmediatamente a la izquierda ¿Con treinta monedas en la mano? Todas las figuras de esta admirable talla revelan la sorpresa o el horror que causan en los Apóstoles las anteriores palabras del redentor: “Uno de vosotros me ha de hacer traición esta noche".San Andrés, advierte a San Pedro que el traidor está a su lado; San Bartolomé observa a Judas; San Juan atribulado sólo piensa en morir por su Dios; Santiago el mayor protesta de su inocencia: Santo Tomás, parece preguntarse: ¿Señor uno de nosotros? San Felipe el más joven de los apóstoles, protesta de su afecto; San Mateo parece repetir las palabras de Jesucristo; San Judas Tadeo fue el primero en reproducirlas, y San Simón, no cree lo que se dice.
Es la sorpresa que en el ánimo de los amigos fieles debía producir el anuncio de la traición. Era preciso dibujar en el rostro el asombro, la indignación, el dolor, la ternura, la lealtad, el candor, todos los sentimientos que en el ánimo de los apóstoles produjeron las palabras de Cristo: "Uno de vosotros me hará traición". Con razón se ha dicho: "Cada uno de los apóstoles representa una de las fases de la humanidad en vísperas de remozar su corazón y su genio".
Sin duda, el escultor Víctor de los Ríos, en agradecimiento del encargo que la Hermandad le había hecho, esculpió el rostro de Jesús y de los apóstoles, mientras rezaba con las manos.
Y esta es la escena que el Jueves Santo sale de la Catedral y, en el plenilunio, recorre varias calles de la ciudad, para retornar al mismo lugar. Ya estamos en la noche del Jueves al Viernes, cuando desde el primer canto del gallo hasta las imprecisiones luminosas del clarecer, se irán oyendo los sones de la esquila, el clarín que rompe los silencios, el sonoroso redoble del tambor. Es la llamada a velar. Es la ronda de Hermanos, que convoca a los cofrades para su puesta a punto, para principar la procesión de los "Pasos", una vez que acabó, ya lejana, la procesión de la Santa Cena, de la Hermandad Sacramental de Santa Marta y de la Sagrada Cena, nacida de estrellas y soles, de aromas y brisas, aquel año no tan lejano.